CARTA–RETRATO A RAFAEL CALVO BECA
Vicente MartínezEntrañable y admirado amigo:
Fue en hebreo tu nombre Rafa-El, que significa "medicina de Dios" para nosotros. El Libro de Enoc (s. II a. C.) te asigna la nobilísima tarea de curar todas las heridas de los hijos de los hombres. Y tu última colaboración en la página de Feadulta la titulaste Contemplativos en acción. Te costaba alistarte en la nómina de las Marías. Porque, en los hogares de Betania, eras todo Marta. Eras un activista compulsivo. Eras La Escuela de Atenas de tu homónimo Rafaello el de Urbino, siempre peripatético, siempre aristotélico en mil planes, siempre platónico soñador en las ideas.
Has madrugado en irte a recoger tu Goya el día del Festival de Cine de Donostia. Lo sabías; presentaste la peculiar película de tu existencia, y sorprendiste al público con la obra maestra de tu vida y por la Concha de Oro como premio. Amante del arte en movimiento, subiste a recibirla de las manos del Padre recorriendo la interminable alfombra roja. Hubo glorias de arcángeles en los cielos. San Rafael era el director de escena.
Jesús salió a felicitarte y dijo: "Recibirás el galardón que tienes merecido". Preguntaste: ¿Por qué? Y, respondiéndote a ti mismo, te acordaste de sus palabras en Mateo: "Estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo y me visitaste, estaba encarcelado y viniste a verme" (Mt 25, 36).
Así sin más, te fuiste y nos dejaste doloridos. Y esa noche todos tus admiradores ingerimos docenas de Omeprazol para prevenir úlceras de estómago por el mal trago, y varios analgésicos para calmar el profundo dolor que tu partida nos había producido. Pero también nos alcanzaron galardones.
La voz de Marco Antonio en su oración fúnebre por César, (película de Mankiewicz y Marlon Brando) nos hizo estremecer de gozo cuando -¡Oh, magnánimo César!- la escuchamos:
"Lega, además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines. Los deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros herederos, como parques públicos, para que os paseéis y recreéis. ¡Éste sí que era un César! ¿Cuándo tendréis otro como él?"
En tu filmografía, como en la de Woody Allen, hay temas siempre recurrentes y un Nueva York que es personaje. Las calles, los parques, el niño que en lugar de jugar y reír sufre y llora, el inmigrante sin trabajo, el anciano que pide una limosna. Y allí estabas también tú siempre generoso, cálido en obras y palabras, recurrente.
Tenías una peculiar mística de las relaciones interpersonales. Las veías como energía del amor de Dios; como una fuerza cósmica que vivifica el universo material que, en expresión del Dante, es "l'amor che muove il sole e l'altre stelle".
Creías que Dios enviaba a los Profetas, pero sobre todo creías que debían estar inmersos en la realidad básica de esta vida, como tú lo estuviste: hasta los tuétanos.
Y como el gran teólogo y filósofo francés Jean-Luc Marion, nacido en 1946, nos empujabas a ir más allá de la metafísica, hasta descubrir que el principal nombre de Dios es el Amor. Sentías una especie de erotismo espiritual en todo ello. Te dolía la Iglesia, sus anquilosadas estructuras, sus pecados y, con Feadulta como punta de lanza, te dejabas la piel cada semana en el empeño de cambiarla.
Querido Rafa-EL, aceptamos tu herencia, y nos comprometemos a seguir cultivando tu legado.
Un abrazo cordial desde la Tierra, Vicente.
RETRATO
En el largo poema de mi vida
he luchado por ser –y siempre he sido-
un verso libre.
Un búho solitario en soliloquio
que en el bosque soñaba con princesas;
que escribía poemas
de verbo y verso libre,
que también soñaban.
Soñaban los poemas y los versos.
El búho y las princesas se soñaban.
¿Soñaba, acaso, Dios conmigo?
(Soliloquios, Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez